La oposición cubana

Publicado 5 ene. 2024 El tiempo de lectura 4 minutos
La oposición cubana
© Foto: Eye On Cuba

La oposición dentro de la Isla está diezmada y su capacidad para actuar como órganismo político está prácticamente anulada. Por su parte el exilio tiene conocimiento de muchas materias sociales, relaciones, recursos materiales y libertad para actuar. Solo falta la voluntad para operar coordinadamente. El exilio tiene el protagonismo.

Luego de terminar su período presidencial en Polonia, y de visita en Estado Unidos, Lech Walesa hizo un llamado público a los opositores cubanos a que se unieran con el fin de avanzar hacia el logro de la democracia en Cuba.

Pasado un tiempo de esa solicitud, que no tuvo recepción, del expresidente y destacado defensor de derechos humanos, además Premio Nobel de la Paz, escribí sobre la imperiosa necesidad de la unión de la oposición cubana. Casi de inmediato, uno de los líderes de esa oposición dentro de la isla, hace años reside en Miami, difundió un mensaje asegurando yo era de la Seguridad del Estado y que mi intención era que el regimen púdiera terminar con la oposición de un solo golpe.

Pasado unos meses de esa imputación, encontrándome en la iglesia Santa Rita, en apoyo a una de las actividades dominical de las Damas de Blanco, llegó este “lider” y de inmedito fue donde yo estaba y me saludó de manera efusiva. Simplemente me había utilizado, a través de una declaración burda e irrresponsable, para argumentar algo en contra de la unidad.

Eso, unido a otros tantos lances de opositores cubanos, me convenció que esperar un accionar apegado a necesarias reglas y acciones políticas en un momento dado, entraba en el mundo de lo no posible. Así que esperar, aunque fuera de forma provisional, la unidad de la oposición, era un absurdo.

José Martí, el Apóstol de la Indepencia se percató hace muchos años de eso, y entonces dijo: “Juntarse es la palabra de órden”. En honor a la verdad, la aversión a unirse para conseguir objetivos políticos no es algo privativo de los cubanos. En muchas partes, y durante siglos, muchos han preferido y prefieren ser cabeza de ratón que cola de león.

Pero hay circunstancias y circunsatancias, y en el caso de Cuba es impresindible juntarse; eso puede ser incluso, “juntos pero no revueltos”. La motivación a enarbolar, la busqueda de la democracia y el bienestar para los cubanos. Aunque las motivaciones pueden ser varias. Solicitar a la gente que trabaje a favor del bien, no parece ser demasiado pedir.

Tal vez en esa dirección algo se pueda lograr con un Programa Alternativo de Gobierno con el que se trate de conseguir apoyo de los gobiernos democráticos y de instituciones internacionales. Siempre tendrá que ser algo práctico, que no sea la historia del tabaco y no aspire a ser una biblia.

Para lograr esto habrá que dejar a un lado “nombrecitos” que se conviertan en lastre y acudir a los capaces y decidos a cambiar las cosas en Cuba, posponiendo para luego pasiones e intereses de grupos. Esto no es una forma nueva, los jesuitas lo han hecho duranre muchos años. Su máxima, sino puedes cambiar las cosas, sal y busca a quien pueda cambiarlas les ha dado muchos resultados. Ahora, en el Trono de San Pedro, hay un jesuita.

La oposición dentro de la Isla está diezmada y su capacidad para actuar como órganismo político está prácticamente anulada. Por su parte el exilio tiene conocimiento de muchas materias sociales, relaciones, recursos materiales y libertad para actuar. Solo falta la voluntad para operar coordinadamente. El exilio tiene el protagonismo.

En 1990, desde La Habana, por teléfono, con oyentes en Miami, personas que integraban el llamado Comité de Unidad Nacional (CUN), dijeron eran opositores. Comenzaba de esa forma a quedar atrás las voces no muy determinantes de “gente de los derechos humanos” y “disidentes”.

Los políticos hacen política. Y después de más de 30 años de utilizar esa representación de “políticos”, es muy razonable esperar que los políticos cubanos no sólo hagan política, sino buena política a favor de Cuba y sus ciudadanos. 

Autor: José Antonio Fornaris, Eye on Cuba

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