A 29 años de aquel Maleconazo
Publicado 4 oct. 2023 El tiempo de lectura 3 minutosA 29 años de aquel Maleconazo, como se le conoce en el argot popular, la sociedad cubana sigue pugnando por conseguir resarcir los derechos abolidos por un gobierno de más de seis décadas. Y es que la libertad suele ser como el aire, ahoga cuando falta.
Aquella mañana de agosto de 1994 fui a visitar a un amigo, que vivía en un pueblo muy distante del centro de la ciudad de La Habana. Al llegar, todo parecía tranquilo por esos lares, mientras en la ciudad emergen, como nunca, los sentimientos de libertad y las protestas por el férreo accionar del gobierno.
“Qué haces aquí?́ En la ciudad todos están haciendo embarcaciones y balsas para irse del país.” Le dije. No me extrañó su reacción de asombro pues la prensa gubernamental, (la única que hay en el país) siempre manipula la información o la oculta.
Luis Gonzlez, aquel amigo de muchos años, había sido víctima de actos de repudio en su domicilio por algunos vecinos de la comunidad quienes, cumpliendo órdenes de la policía, le gritaban improperios al tiempo que tiraban huevos a la fachada de su casa donde vivía con su familia.
La policía lo citaba constantemente por sus expresiones a favor de un cambio de sistema en Cuba y por abogar por una sociedad libre, donde se respetaran los derechos de sus ciudadanos, ese era el delito que no le perdonaban las autoridades.
Al contarle de los acontecimientos, de la “revuelta” en la ciudad, de los jóvenes heridos y presos, por los enfrentamientos con la policía y del retiro de la custodia de las costas cubanas para que se fuera todo el que quisiera. Emocionado me dijo: “Pués allá voy”. Y salió de su barrio para unirse a los miles de cubanos que prefirieron correr el riesgo de morir en el mar a continuar viviendo sin libertad.
No le fue difícil en aquel momento encontrar quienes estaban puestos para la tarea y en pocos días nos dijimos adios, los que quedamos, desde una calle y él, con sus compañeros de viaje, desde un camión que cargaba la balsa hecha de tanques, madera, tubos, lona y muchas esperanzas.
Partieron en medio de la tarde noche, y compartimos muchos sentimientos, la angustia, la incertidumbre, pero también la emoción, las ilusiones y la convicción de que se habían salvado.
Semejantes historias se sucedieron por algunas semanas, mientras el gobierno continuaba evacuando a quienes le resultaban incómodos por su forma de pensar y expresarse.
Y para la travesía usaron un yate nombrado Arcoiris, que transportó a quienes abiertamente se reconocían opositores al gobierno.
Hace unos días, le pregunté a mi amigo Luis González, quien encontró en los Estados Unidos sus sueños y aspiraciones. ¿Qué significó para él aquella fecha del 5 de agosto de 1994? Y su respuesta, aunque esperada, emociona.
“Significó la oportunidad de ver al cubano poder expresar su inconformidad con el régimen terrorista de los Castros y también la oportunidad de poder buscar otras posibilidades para mi anhelo de vivir libre, sin dictadura que acosa y destruye al ser humano.”
A 29 años de aquel Maleconazo, como se le conoce en el argot popular, la sociedad cubana sigue pugnando por conseguir resarcir los derechos abolidos por un gobierno de más de seis décadas. Y es que la libertad suele ser como el aire, ahoga cuando falta.